martes, 10 de enero de 2012

LA PARÁBOLA DEL BUEN MILLA - (2ª PARTE)

Después de aquella siesta fallida, Milla durmió toda la noche sin soñar con nada.
  Amaneció, despertó, desayunó bajo el arbol que sombreaba la casa y encendió
un cigarrillo como de costumbre, mientras perdía su mirada en el bosque.
  "Hay días que creo que soy el más tonto del mundo y hay días que creo ser el
más listo del mundo, al verme rodeado de tontos. Supongo que ambas son ciertas".
  Pensaba Milla aniquilando el cigarrillo de una última e intensa calada.
  Volvió en sí y se dirigió de un respingo hacia el establo donde almacenaba sus
trebejos de trabajo, empuñó algunas herramientas y bajó las escaleras que lo
llevaban al foso donde trabajaba en los cimientos de una edificación.
  Se cumplía media hora de trabajo cuando se asomó al foso un reconocido autor de renombre
y se dirigió a Milla.
  - Llevas muchos años trabajando en los cimientos y sin embargo nos has conseguido
levantar aun ningún edificio.
  - El edificio hace años que esta construido, pero no alcanzas a verlo. Contestó Milla.
  - Yo trabajé la mitad de tiempo en mis cimientos y he levantado varios edificios. - Repuso
el autor.
  - Has levantado varios edificios, porque todos se te han caido- Declaró Milla- Trabajas
en los cimientos de una casa de planta baja y después levantas edificios. Es normal que
tus construcciones se vean continuamente en ruinas. Los cimientos de un grupo, soportan
todo el peso a la llegada de las tormentas y los tornados. Si únicamente piensas en levantar
el edificio más alto, no esperes descuidando los cimientos, que aguante en pie más de
un año, simplemente tendrás lo que buscas, el edificio más alto. ¿Pero merece la pena
volver solo a casa?
  El reconocido autor permaneció absorto unos segundos.
  - Buenos días. - Susurró el autor y continuó su camino.
  Se deslizaba la mañana lentamente y el sol se dejaba caer aplastante sobre el foso cuando
un comparsista se asomó al foso.
  - Siempre pensé que los chirigoteros estabais por debajo de los comparsistas, jajaja.-
Ironizó el comparsista al ver a Milla en el fondo del foso.
  - Esto si que es una sorpresa, un comparsista gracioso.- Contestó Milla alzando la mirada,
mientras se llevaba la mano a la frente para ocultarse del sol.
  - Era una broma hombre, me lo has puesto a huevo.- Aclaró el comparsista.
  - Lo mío también, es que también me lo has puesto a huevo. - Contestó Milla finalizando
con una sonrisa irónica.
  El comparsista comenzó a bordear lentamente el foso con los brazos cruzados observando
los cimientos mientras se dirigía a Milla.
  - Pienso que un chirigotero de pro, no se si me entiendes, un chirigotero que se precie
debería...
  - ¿Quién te ha dicho que soy chirigotero?- Intervino Milla interrumpiendo al comparsista.
  - Escribes y cantas en una chirigota.- Agregó el comparsista a la vez que detenía el paso.
  - Aquí uno se pone una peluca de las malas, canta cuatro tonterias y ya lo tratan de
chirigotero.- Dijo Milla en tono suave- Qué fácil veis las cosas los que poneis el listón tan bajo.
El chirigoterismo va mucho mas allá de todo lo que yo pueda aportar. Yo soy el que se nutre
del chirigoterismo, no el chirigoterismo de mí.
Soy un hombre de ciclos y puede que este, no dure mucho más. Llámame carnavalero.
  - Pues un carnavalero, que escribe y canta en una chirigota, que se precie - continuó el
comparsista- debería hacer un repertorio gracioso de principio a fin, pasando por los
pasodobles. ¿Cuándo vas a hacer los pasodobles graciosos para que la gente se ria?
  - Cuando tú hagas en tu comparsa los cuples serios para que la gente llore.- Contestó
Milla sin titubeos.
  El comparsista se secó el sudor de la frente con la manga de la camisa, asintió con la
cabeza y se alejó del foso.
  Milla notaba como se acercaba el sol al cénit, llegaba el mediodía y sintió sed. Permaneció
unos segundos atento a las voces que oía en el exterior, las reconoció y comenzó a pedirles
agua. Eran sus compañeros de trabajao, que llevaban mucho tiempo sin aparecer por los
cimientos.
  - Eeeeh!!, tirad una botella de agua!!.- Gritó Milla varias veces sin obtener resultados.
  Secó el sudor de su cara y se dejo caer, sentándose en la tierra, vencido por el cansancio.
  - Aquí tienes agua.- Anunció una extraña voz desde el exterior. Milla alzó la mirada y atrapó
la botella al vuelo. Milla fijo la vista sobre la silueta sombreada, pero el sol le impedía ver.
  Adivinaba un cuerpo de unos tres metros de altura y la voz era como de ultratumba, de un
submundo desconocido. Milla comenzó a sentir miedo a la vez que observó que ese gran
cuerpo, aparentemente humano, pero de grandes proporciones, también poseía alas.
  - ¿Quién eres?- Preguntó Milla con la voz temblorosa.
  - Soy Dios- Respondió el desconocido ser, con la potente y penetrante voz con la que había
comenzado la conversación.
  - ¿Quién eres?- Repitió Milla- dios no existe.
  - Soy el Dios del carnaval, el que adoctrinó al propio Dios Momo.
  Milla escéptico, quedó extrañado a la vez que una gran bandada de pajaros los sobrevoló,
tapando estos la luz del sol, momento que aprovechó Milla para ver con nitidez al extraño ser.
  - Era un conocido chirigotero, llevaba unos zancos de madera y las alas que le había pedido
a Javi "el gaditano" del año de "El paraiso de los dioses". Milla, sabiendo que el conocido
chirigotero no se habia percatado de su descubrimiento, decidió seguirle la corriente.
  - Oh si gran Dios, me has dado agua y ahora debes anunciarme tu buena nueva y yo la
extenderé por el mundo carnavalesco.
  - Debeis adorarme, rezarme y reconocerme como el más grande creador.- Anunció el
chirigotero. Milla aguantó la carcajada al ver que el chirigotero utilizaba uno de los conos
que rodeaba la obra, para conseguir esa temible voz de ultratumba.
  - Oh si mi Dios. Haremos las cosas a tu imagen y semejanza. Comenzaré por los cuplés.
Ya nunca mas cogeré un cuplé y haré un chiste. A partir de hoy cogeré un chiste y haré un
cuplé como tú nos has enseñado.- Gritó Milla alzando las manos al cielo. Al oir esto,
el chirigotero se quedó en silencio, sin saber qué decir, pero Milla continuó.
  - Miraremos por encima del hombro, nos proclamaremos campeones antes de empezar,
asumiremos la victoria sea cual sea el resultado y nos nombraremos Dioses sobre la
historia, por si la historia tiene un descuido y se olvida de nombrarnos Dioses.
  - El chirigotero permanecía atento sin articular palabra.
  - Y si nos sentimos inferiores a los demas, utilizaremos zancos de madera para aparentar
ser más altos. - Finalizó Milla. Tras unos segundos de silencio reaccionó el chirigotero.
  - No voy a abandonar estos zancos por tu demagogia barata.
  - Lo se. Mi retórica no llega tan alto como tus zancos.
  El chirigotero dejó caer el cono y se marchó con gesto serio.
  Era la hora de comer, pero a Milla hacía tiempo que se le había pasado el hambre.
Subió la escalera y se sentó apoyando la espalda sobre el viejo e imponente arbol bajo el que
solía desayunar, encendió un cigarrillo y volvió a pensar.
  "Todo se tambalea, la espiral toca a su fin. Todo se tambalea, diez años trabajando
para muchos encargados aficionados y obreros vividores. Arquitectos de pacotilla, delineantes de tres
al cuarto, aparejadores que creen saberlo todo y jamas trabajaron los cimientos. Todo se
tambalea, la espiral toca a su fin. Necesito una siesta, pero esta vez en mi cama".

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